sábado, septiembre 16, 2006

Alatriste


Un Tercio español no se rinde. Una superproducción española tampoco.

Difícil tarea la de comentar la película española más arriesgada de los últimos años. Arriesgada por el presupuesto, desorbitado para lo que aquí se maneja; arriesgada por la adaptación al cine de un personaje literario como el Capitán Alatriste; arriesgada por tener en el reparto a una estrella de cine internacional como Viggo Mortensen; y arriesgada por querer realizar un blockbuster veraniego sin perder ese aire de cine pequeño, intimista y de autor.

La primera impresión que se lleva uno cuando ve la película es precisamente que no se encuentra ante una película española al uso: aquí hay dinero, medios y talento y se muestra en cada segundo del metraje. Desde el magnífico arranque en la nebulosa y húmeda Flandes hasta el épico final en Rocroi. Pero a medida que avanza la película aparecen claramente diferenciados los aspectos negativos y positivos de la película. Es tan llamativa dicha separación que ambos merecen ser comentados aparte.

Empecemos por lo negativo. Aquí sin lugar a dudas hay que hablar del guion. Cuando supe que iban a hacer una adaptación cinematográfica de los libros de Pérez-Reverte me estrujé la cabeza pensando cuál de ellos sería más adecuado o si era factible realizar una saga de películas, más teniendo en cuenta que todavía faltan aventuras del Capitán por publicar. Seguramente a Díaz Yanes, espléndido guionista y no tan espléndido director, le pasaría algo parecido, así que decidió tomar el camino más corto, que no el más sencillo: escribir una única película que resumiese todas las andanzas de Alastriste e Íñigo Balboa. Llegados a este punto las dificultades son dos: captar el espíritu de la obra en su conjunto, lograr que el espectador tenga una idea inequívoca de los personajes viéndolos en pantalla del mismo modo que si leyese los libros; y segundo, lograr una obra coherente con una estructura definida. Lo primero se ha logrado, y con creces, realmente parece que los Alatriste, Olivares o Alquézar hayan salido del papel para integrarse en ese siglo XVII que se nos muestra en pantalla. Sin embargo, no se ha logrado la coherencia; la película parece una sucesión de secuencias de los libros, mal engarzadas y que pueden desorientar al espectador, sobre todo si no ha leído los libros porque aparecen y desaparecen personajes, hay cabos que no terminan de atarse, se mezclan sin mucho criterio episodios de gran ritmo con otros excesivamente lentos o que uno no termina de ver su importancia dentro de la historia sin más que justificar que aparece en el libro de turno, y que hay que seguir la linealidad de la historia.
Dejando de un lado el guion hay más aspectos negativos. No son tan llamativos a su lado, pero resultan algo desconcertantes. Primero el reparto. Mucha gente me ha comentado que si fulanito lo hace fatal, que si menganito no pega nada, etc. Personalmente creo que es un reparto magnífico con dos puntos negros: no veo a Blanca Portillo en un papel masculino, más que nada porque toda la sala sabe que ese personaje es una mujer, sensación que se acrecienta cuando habla pues su voz no intenta reflejar masculinidad por ningún lado; y luego está Mortensen que pone un extraño acento con eses demasiado líquidas que choca al principio, pero que luego se olvida gracias a su magnífica actuación.
Y para terminar con lo negativo está la música de Roque Baños, casi perfecta como en él es habitual pero que para mi gusto canta al incluir pequeños fragmentos de guitarra española, algo incomprensible si no es por intentar endulzar la banda sonora pensando en un hipotético mercado internacional.

Y el resto es bueno, no bueno, MUY bueno. Mortensen es el auténtico Capitán Alatriste, por su porte, sus movimientos, su actitud y su mirada. Sin lugar a dudas, en cuanto Mortensen mira al espectador se ve con claridad diáfana a ese soldado cansado de la España de los Austrias, que lucha por un honor y una gloria hace tiempo perdidos. El resto del reparto está bien, destacando Eduard Fernández como Copons y Javier Cámara como el Conde-Duque de Olivares.
La ambientación también es destacable. Realmente el espectador se ve inmerso en el decadente Siglo de Oro español. Esa atmósfera de fin de una era, de cansancio, de suciedad se plasma con eficacia en pantalla, y las secuencias de batalla son extremadamente crudas y realistas, un toque de atención a los fanáticos del copy-paste informático.
Mención aparte merece la fotografía. Sublime, increíble. Parece como si el propio Velázquez estuviese presente en cada fotograma, pintándolo y dandole su personalidad. Hay un par de escenas de interior, donde la luz del amanecer entra por la ventana e ilumina una mesilla, que parecen bodegones o un detalle de la Vieja friendo huevos del genial pintor sevillano. Sólo por la fotografía ya merecería pagar el precio de la entrada.

El resultado de todo es una película desequilibrada. Es espectacular pero no todo lo deseable en una superproducción. Es lírica pero con esos momentos de lirismo metidos a veces con calzador. Al final se queda en un estado de indefinición donde el esfuerzo de producción salva al conjunto, que hace aguas por el guion, precisamente la parte de la que menos se podría esperar de una película española (al menos suele ser de lo que más se presume).
  • LO MEJOR: la fotografía, sin duda.
  • LO PEOR: el guion.
  • NOTA: 7/10
NOTA. Con esta película creo que acabo con la serie de taquillazos veraniegos. Ahora que se acerca el frío la cartelera se transforma, dejando paso a las comedias románticas, más cine español y europeo, y a los grandes nombres estadounidenses. Sin ir más lejos ya se vislumbran a Scorsese y Allen en el horizonte. Seguiremos informando.

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