Si en el mundo hay un arma para cada 12 personas, ¿cómo se arman las otras 11?
Cada cierto tiempo surcan la cartelera películas incómodas, que denuncian una realidad que no queremos ver, que nos dejan un desasosegante nudo en el estómago que tarda mucho tiempo en irse. En esta ocasión, se trata del tráfico ilegal de armas, uno de los principales combustibles que mantienen vivas esas guerras olvidadas del Tercer Mundo.
La película traza un retrato del tráfico ilegal de armas a través de las peripecias de Yuri Orlov (Nicolas Cage), un inmigrante ucraniano en los Estados Unidos. Se muestra su ascenso, triunfo y posterior miseria moral, mientras por la pantalla vemos desfilar toda suerte de policías y militares corruptos, niños soldado, dictadores sin escrúpulos y políticos de toda calaña.
El arranque es brillante. Se nos muestra el proceso que sigue una bala desde su fabricación - cuando sólo es una chapa de metal - hasta terminar en el cargador de un AK-47, que la incrusta en la cabeza de un joven soldado en las calles de Monrovia. Después se va mostrando un compendio de lujo y degeneración moral a través de un hombre que, como él muy bien dice, se le da bien vender armas. La película tiene ritmo y no se hace pesada en ningún momento, además destila un humor negrísimo, por parte del protagonista, cínico hasta la extenuación. Y cuenta con secuencias memorables, como el arranque antes mencionado o la del desmontaje del avión.
Sin embargo, la película cuenta con dos defectos que la hieren gravemente. Por un lado, la historia del protagonista (sus amores, la relación con su hermano) siempre parecen paréntesis incómodos entre la historia principal del tráfico de armas. Por otro lado, está la denuncia, donde no cuenta nada nuevo y que se reserva el meollo del asunto para el final, dejando la denuncia coja, sacrificada frente a la búsqueda de una película redonda. No obstante esto sirve para mostrar de manera indirecta, a la chusma que está desangrando África, a esa clase dirigente que sólo se preocupa por satisfacer su ego y que demuestran una alarmante falta de aprecio por la vida humana. En suma, podemos decir que la película cumple con lo esperado aunque deja la sensación de no querer atreverse a levantar las alfombras. Lástima.
Cada cierto tiempo surcan la cartelera películas incómodas, que denuncian una realidad que no queremos ver, que nos dejan un desasosegante nudo en el estómago que tarda mucho tiempo en irse. En esta ocasión, se trata del tráfico ilegal de armas, uno de los principales combustibles que mantienen vivas esas guerras olvidadas del Tercer Mundo.
La película traza un retrato del tráfico ilegal de armas a través de las peripecias de Yuri Orlov (Nicolas Cage), un inmigrante ucraniano en los Estados Unidos. Se muestra su ascenso, triunfo y posterior miseria moral, mientras por la pantalla vemos desfilar toda suerte de policías y militares corruptos, niños soldado, dictadores sin escrúpulos y políticos de toda calaña.
El arranque es brillante. Se nos muestra el proceso que sigue una bala desde su fabricación - cuando sólo es una chapa de metal - hasta terminar en el cargador de un AK-47, que la incrusta en la cabeza de un joven soldado en las calles de Monrovia. Después se va mostrando un compendio de lujo y degeneración moral a través de un hombre que, como él muy bien dice, se le da bien vender armas. La película tiene ritmo y no se hace pesada en ningún momento, además destila un humor negrísimo, por parte del protagonista, cínico hasta la extenuación. Y cuenta con secuencias memorables, como el arranque antes mencionado o la del desmontaje del avión.
Sin embargo, la película cuenta con dos defectos que la hieren gravemente. Por un lado, la historia del protagonista (sus amores, la relación con su hermano) siempre parecen paréntesis incómodos entre la historia principal del tráfico de armas. Por otro lado, está la denuncia, donde no cuenta nada nuevo y que se reserva el meollo del asunto para el final, dejando la denuncia coja, sacrificada frente a la búsqueda de una película redonda. No obstante esto sirve para mostrar de manera indirecta, a la chusma que está desangrando África, a esa clase dirigente que sólo se preocupa por satisfacer su ego y que demuestran una alarmante falta de aprecio por la vida humana. En suma, podemos decir que la película cumple con lo esperado aunque deja la sensación de no querer atreverse a levantar las alfombras. Lástima.
- NOTA: 7/10
- Lo mejor: los títulos de crédito iniciales y el humor negro (demasiado negro para mucha gente).
- Lo peor: al final parece que dispara con balas de fogueo. Nicolas Cage siempre tiene la misma cara.
No hay comentarios:
Publicar un comentario